La presentación de esta obra fue realizada por la Dra. Alice Burgos Paniagua, Directora General de Investigación. A continuación, transcribimos su intervención para ofrecer una visión detallada sobre el contenido, los objetivos, los alcances y la relevancia del libro.

Presentación

Esta obra constituye un acercamiento desde la perspectiva literaria, política y educativa hacia la configuración de lo femenino, las mujeres y las relaciones de género, proponiendo que el surgimiento de los distintos espacios de participación pública de la mujer en Guatemala fue configurado en el siglo XIX.

 Al revisar los ensayos de Guisela López, Gladys Tobar, Ruth del Valle Cobar, Patricia Galicia-Núñez, Guillermina Herrera Peña, Andrea Monroy Alvarado y Axel Morales, que encuentra en las siguientes páginas, podrá reconocer que el debate sobre el rol de la mujer generó una producción considerable y diversa en el siglo XIX. Las diferentes referencias al trabajo realizado por mujeres, reconocidas como intelectuales integrales por su quehacer político, literario, periodístico y/o educativo, muestran su presencia en la sociedad de la época, a pesar de su subordinación de género. No obstante, como señalan Andrea Monroy Alvarado y Axel Morales, estas mujeres escritoras del siglo XIX eran privilegiadas, pues pertenecían al grupo social dominante, pero eran consideradas transgresoras de una época. Si bien ellas dejaron sus huellas a través de publicaciones en libros, revistas, periódicos, etc., en la historia reciente sus voces habían permanecido en silencio ante la opinión pública, y se ponen nuevamente en discusión en los ensayos y reseñas incluidas.

En este esfuerzo colectivo de publicación, coordinado por Gladys Tobar y Guisela López, el lector o lectora tendrá acceso a la sistematización de destacadas obras decimonónicas. Con ellas, se ofrece, además, un horizonte de comprensión del contexto actual de las mujeres y su rol de género. La concepción simbólica y el imaginario de lo que es la mujer guatemalteca, centroamericana y latinoamericana, la mantiene hasta la fecha en un estado generalizado de subyugación y esclavismo, particularmente en su condición de mujer pobre, indígena y del área rural. Hoy en día, se observa la persistencia de exclusión, injusticia y desigualdad; a pesar de las ideas de modernidad, en lo que supuestamente se constituía la educación de la mujer del siglo XIX. Lo más preocupante es observar que el sistema educativo y la sociedad hacen que la mujer reproduzca “con su trabajo, sus actividades y sus acciones todos esos ámbitos y recrean las condiciones materiales, morales y culturales que aseguren su funcionamiento y continuidad”[i] en pleno siglo XXI. Dicho orden se perpetúa a través de la familia, la religión y la educación.

Al hacer una revisión de los principales temas de discusión sobre la mujer, se observa la preocupación por el trabajo y maltrato infantil, las situaciones particulares de exclusión, el abuso sexual, la salud en el marco de la vulnerabilidad biológica en relación con el VIH, las asimetrías de género en las prácticas sexuales, la pobreza y la dependencia económica hacia los hombres y, principalmente, la violencia contra ellas.

 Por lo anterior, surgen una serie de interrogantes ante este panorama culturalmente excluyente que acompañarán la lectura de esta obra: ¿Puede concebirse el ser persona-sujeto y no persona-objeto de la mujer? ¿Qué respuestas se darán, como sociedad, a la transformación de la educación que busque más allá de ampliar la equidad de género, en términos de la cobertura, el coeducar realmente a niñas y niños con los mismos valores? ¿Cuáles serán las acciones encaminadas a superar las actuales relaciones de poder y la participación de la mujer en la toma de decisiones reflejadas en el ámbito político y público del país? ¿Cómo superar la práctica lacerante de violencia contra las mujeres?

Para Nancy Fraser y Alex Honneth (2006), estaríamos hablando de uno de los dos tipos de reivindicación de la justicia social en términos de “la ‘política del reconocimiento’. Aquí, el objetivo […] es un mundo que acepte la diferencia, en el que la integración en la mayoría o la asimilación de las normas culturales dominantes no sea ya el precio de un respeto igual”, como es el caso del reconocimiento de las diferentes perspectivas de género. En este sentido, el término reconocimiento “proviene de la filosofía hegeliana y, en concreto, de la fenomenología de la conciencia. En esta tradición, el reconocimiento designa una relación recíproca ideal entre sujetos, en la que cada uno ve al otro como su igual y también como separado de sí”[ii], hacia donde aspiraríamos transitar.

Cuando Gladys Tobar me invitó a escribir la presentación de esta obra, una idea inspiró mi escritura: unirme a la intencionalidad de continuar aportando en la reflexión sobre la participación de la mujer, tanto en la esfera pública como en el mundo intelectual, reconociendo la relevancia del trabajo de las escritoras del siglo XIX en Guatemala. Además de comprender el problema, como se hace en los seis ensayos contenidos en esta publicación y en las reseñas realizadas, es imperante contribuir en su transformación. Como diría uno de mis maestros: “lo importante de cada investigación es que uno cambia y, con ello, la forma como entendemos el mundo y cómo actuamos en él”; desafío particular en el contexto de la misión de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Dra. Alice Burgos Paniagua Directora Dirección General de Docencia, Universidad de San Carlos de Guatemala

[i] Véase: Sistema de las Naciones Unidas en Guatemala (2002). Desarrollo humano, mujeres y salud: quinto informe. SNU. p. 178

[ii] Fraser, N. y Honneth, A. (2006). ¿Redistribución o reconocimiento?: un debate político-filosófico. Ediciones Morata. pp.17-20