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El Quetzal, el bosque nuboso y su conservación, en el marco del 5 de septiembre, Día Nacional del Quetzal. Entrevista a la Dra. Michelle Bustamante, bióloga e investigadora del Centro Universitario de Zacapa de la USAC Destacado

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Fotografía: María José Lou Fotografía: María José Lou

Cada 5 de septiembre, Guatemala conmemora el Día Nacional del Quetzal, fecha en la que esta especie –Pharomachrus mocinno– fue declarada como Ave Nacional en 1871 (Decreto Ejecutivo No. 33-1871). Por este motivo entrevistamos a la Dra. Michelle Bustamante, bióloga e investigadora especialista en quetzales y coautora, junto a los biólogos Dr. Manuel Barrios y MSc. Bianca Bosarreyes, de la Estrategia de Conservación del Quetzal y su Hábitat, quien compartió valiosos conocimientos sobre nuestra ave símbolo y los esfuerzos para protegerla. Un agradecimiento especial a María José Lou por permitirnos utilizar sus fotografías en esta entrevista. 

¿Qué representa para Guatemala el Día Nacional del Quetzal y por qué es importante hablar de esta ave más allá de su valor como símbolo patrio?

Cómo bióloga de la conservación, pero también como guatemalteca, me alegra mucho que en Guatemala exista el Día Nacional del Quetzal. Creo que este día nos invita a reflexionar sobre esta ave tan especial, más allá de que nuestra moneda lleva su nombre y su imagen aparece el escudo nacional. El quetzal no es únicamente el símbolo patrio que evoca libertad e identidad nacional; también es una especie clave para la conservación de la biodiversidad en Guatemala.

Parte de su valor radica en su función ecológica como dispersor de semillas de muchas especies vegetales, lo que contribuye a mantener la diversidad de plantas, así como la compleja estructura de los bosques nubosos. A su vez, estos bosques son ecosistemas esenciales que nos brindan servicios vitales: captan el agua que alimenta los ríos, proveen leña y madera, ofrecen frutos y proteína animal, además de fibras y resinas. También des funciones más complejas, como la regulación de la temperatura local y regional, entre muchos otros beneficios que impactan directamente nuestra vida diaria.

Estos bosques son ecosistemas esenciales que proveen servicios vitales: captan el agua que alimenta los ríos, suministran leña y madera, ofrecen frutos y proteína animal, además de fibras y resinas. También desempeñan funciones más complejas, como la regulación de la temperatura local y regional, entre muchos otros beneficios que inciden directamente en nuestra vida cotidiana

Conservar los bosques donde el quetzal anida, se alimenta y migra significa proteger también a miles de especies de distintos grupos: desde bacterias del suelo que enriquecen la tierra y fijan nitrógeno, hasta helechos, hongos, reptiles, anfibios, mamíferos y otras aves. Proteger al quetzal significa resguardar una compleja red de vida que mantiene el equilibrio de los ecosistemas.

El quetzal es además un excelente indicador del estado de conservación de los bosques: su presencia nos dice que los ecosistemas forestales mantienen sus características más valiosas y se encuentran en buen estado. Sin embargo, es importante reconocer que esta especie enfrenta amenazas y que, al igual que muchas otras, podría extinguirse primero en determinadas regiones, luego a nivel nacional y, eventualmente, desaparecer del planeta si no actuamos a tiempo.

Además, el quetzal representa un acervo genético único. Las poblaciones que habitan desde México hasta Nicaragua son diferentes de las que se encuentran en Costa Rica y Panamá. Este último grupo, con una distribución muy pequeña, constituye un patrimonio biológico irrepetible en el planeta.

Fotografía: María José Lou

¿Cuál es el estado actual de las poblaciones de quetzal en el país y cuáles son las principales amenazas que enfrenta hoy en día?

A nivel regional, el quetzal se considera una especie “casi amenazada”, considerando toda su distribución en Mesoamérica, desde el sur de México hasta Panamá. Sin embargo, no todos los quetzales son iguales. El grupo que habita en Costa Rica y Panamá pertenece a una subespecie distinta (Pharomachrus mocinno costaricensis), que difiere notablemente de los quetzales del norte —los que viven entre México y Nicaragua—. Estas diferencias incluyen la morfología, ya que el quetzal del norte (P. m. mocinno) tiende a ser más grande y robusto; la ecología, por ejemplo, los hábitats que visita durante el año y las temperaturas que tolera; sus cantos, que son distintos según análisis acústicos; y también la genética, que muestra variaciones significativas entre poblaciones.

Esto significa que las poblaciones del norte, incluyendo los quetzales de Guatemala, tienen una distribución bastante reducida. En nuestro país, el quetzal habita en varias montañas y volcanes, pero la mayoría de esas poblaciones son pequeñas y dispersas. Solo la población de la Sierra de las Minas parece contar con suficientes individuos y diversidad genética para considerarse estable. A nivel regional, probablemente solo exista otra población lo suficientemente grande como para mantenerse saludables a largo plazo localizada en México. Esto coloca a nuestro país en una posición clave para la conservación de la especie, pero también refleja una situación delicada y precaria.

Por eso es urgente proteger más áreas de bosque nuboso, así como y las rutas de migración que recorre el quetzal durante el año. No basta con conservar fragmentos forestales aislados: necesitamos mantener núcleos de bosque bien protegidos en los volcanes y sus alrededores, y a conectarlos mediante corredores biológicos con vegetación densa y rica en biodiversidad. Solo así podremos asegurar un futuro viable para las poblaciones de quetzal en Guatemala.

Fotografía: María José Lou

¿En qué consiste la Estrategia Nacional de Conservación del Quetzal y cómo se articula con comunidades locales y otros actores sociales?

La Estrategia Nacional de Conservación del Quetzal es un plan integral que busca garantizar la supervivencia de la especie y de sus bosques nubosos en Guatemala. Su enfoque combina la protección de hábitats clave, la restauración de áreas degradadas y el monitoreo de las poblaciones de quetzal para evaluar su estado y tendencias.

Un elemento fundamental de esta estrategia es el trabajo con las comunidades locales. Se busca que las personas que viven cerca de los bosques sean parte activa de la conservación, reconociendo los beneficios que los ecosistemas les brindan y promoviendo alternativas sostenibles, como turismo responsable, manejo forestal comunitario y producción agrícola amigable con la naturaleza.

Además, la estrategia involucra a instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y académicas, estableciendo redes de colaboración que permiten coordinar acciones de protección, educación ambiental y manejo del paisaje. De esta forma, se conectan áreas de bosque mediante corredores biológicos, se fortalece la vigilancia de las poblaciones de quetzal y se asegura que las medidas de conservación sean efectivas y sostenibles a largo plazo.

Fotografía: María José Lou

¿Qué mensaje les daría a los guatemaltecos en este Día Nacional del Quetzal para motivar su conservación y la protección de nuestros bosques nubosos?

En este Día Nacional del Quetzal, quiero invitar a todos los guatemaltecos a acercarse a la naturaleza y conocer de cerca a esta especie y su hábitat. Visitar áreas de distribución del quetzal, como parques nacionales u hoteles y reservas con bosques cercanos, no solo nos conecta con la belleza de nuestra biodiversidad, sino que también se apoya económicamente a los esfuerzos de conservación de la especie y su hábitat.

Cada acción cuenta: participar en jornadas de reforestación, cuidar los bosques que tenemos cerca, proteger terrenos que alberguen especies, involucrarse en programas de educación ambiental y divulgar la importancia del quetzal y los bosques nubosos. Desde pequeños gestos hasta acciones más grandes, todo suma.

Además, es importante reconocer que la investigación y la conservación requieren recursos. Mientras más conozcamos sobre el quetzal y su ecosistema, más conciencia tendremos como sociedad y país. En definitiva, proteger al quetzal significa cuidar nuestra biodiversidad, nuestros bosques y nuestro futuro.

Fotografía María José Lou

 

 

 

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