Durante la conferencia, Germán Rodríguez, Coordinador de la Red Nacional de Formación e Investigación ambiental (REDFIA) y miembro de la Comisión de Ambiente del Consejo Superior Universitario de la USAC, explicó como algunos factores asociados al cambio climático contribuyen al incremento de ciertas enfermedades: “hace algunos años el zancudo transmisor del dengue, por ejemplo, solo podía vivir en determinadas alturas que le eran propicias, sin embargo, el cambio climático ha afectado tanto las temperaturas, que el mosquito ya puede proliferar en otras áreas; como consecuencia de ello, esta enfermedad ha dejado de ser propia de la Costa, para trasladarse a otras regiones del país”.
Otro ejemplo de esto podría ser la enfermedad renal: “Mientras más cálido es el clima, más pérdida de líquidos hay, y muchas veces el líquido se pierde principalmente a través de la sudoración y no de la orina. Esto provoca que no se den los procesos adecuados dentro del riñón lo cual tiene como resultado más acumulación de minerales. Hay estudios sobre la relación de estos factores con la litiasis renal” Indica Rodríguez.
Consultado al respecto, el nefrólogo Randall Lou Meda, Director de la Fundación para el Niño Enfermo Renal (Fundanier), explica: “La exposición de las personas a altas temperaturas ambientales produce mayores pérdidas de agua a través de la piel, lo cual obliga a que los riñones concentren la orina a fin de conservar el agua corporal. La orina concentrada favorece la precipitación de las sustancias diluidas en ella, con la consecuente formación de cristales que pueden ir aumentando de tamaño”
La Organización Mundial de la Salud, afirma a través de su portal Web, que las repercusiones del clima en la salud humana, no se distribuirán uniformemente en el mundo, serán las poblaciones de los países en desarrollo, en particular los pequeños estados insulares, las zonas áridas y de alta montaña y las zonas costeras densamente pobladas, las especialmente vulnerables.
Mientras tanto, el primer reporte de evaluación del conocimiento sobre cambio climático en Guatemala, indica que éste afecta la salud humana, incluyendo la alteración en la trasmisión de enfermedades infecciosas y muertes debido a eventos extremos. Castellanos y colaboradores señalan que: “Hay una estrecha relación entre el incremento de enfermedades vectoriales y los escenarios de cambio climático” (2019, p. 10). Señala que el sistema de salud pública en Guatemala funciona de manera reactiva en lugar de preventiva y que nuestro país ha demostrado limitaciones para responder a epidemias y erradicar enfermedades infecciosas, con unas pocas excepciones: “Las epidemias en contexto de cambio climático pueden fatigar rápidamente al sistema de salud en sus condiciones actuales. El Ministerio de Salud no tiene como prioridad la vigilancia y adaptación climática del sistema de salud” indica.
Adicionalmente, este informe, se refiere a la necesidad de contemplar la variable climática como un eje de análisis de morbimortalidad y distribución de la red de servicios, así como de establecer una unidad especializada en clima y salud, con recurso humano capacitado. “La generación de datos debe ser una prioridad, especialmente la colecta de metadatos a partir de brotes y epidemias; así como la generación de datos a partir de la vigilancia epidemiológica activa. Esto permitirá determinar en poco tiempo, si existen cambios en la epidemiología de algunas enfermedades debido al cambio climático, con el fin de mejorar la capacidad de registrar el brote de enfermedades asociadas y así poder planificar intervenciones apropiadas” recomienda.
En el caso particular del dengue, el físico e investigador de la Universidad de San Carlos, Juan Adolfo Ponciano y colaboradores, señalan en su último estudio, la relevancia del estudio matemático - estadístico de los patrones históricos del dengue en el diseño de medidas de intervención en salud pública. En el estudio, el análisis de las series de tiempo de incidencia de dengue en la región sur de Guatemala durante los años 2001 a 2013, muestra correlación con datos climáticos correspondientes al mismo periodo, especialmente con los acumulados de lluvia. Desde luego es un resultado intuitivo, pero la ventaja de tener una clasificación sistemática de datos abre la posibilidad de conocer de manera controlada y localizada, cotas en las variables climáticas asociadas a una mayor probabilidad de brote de la infección. El análisis es muy útil para estimar de qué manera la variabilidad climática anual modula la incidencia de la infección, y a partir de esta estimación, modelar prospectivamente las tendencias epidémicas de años subsiguientes. En última instancia, el propósito de unir estudios de esta naturaleza con una vigilancia epidemiológica activa, es identificar regiones espacio-temporales de riesgo que deben considerarse en los programas preventivos. Este estudio será próximamente publicado en la Revista Centroamericana de Investigación y Postgrado, Ciencia, Tecnología y Salud Vol. 6 No. 2.
Finalmente, el coordinador de REDFIA, Germán Rodríguez afirma que es necesario continuar realizando estudios al respecto: “La investigación en salud y medio ambiente es una asignatura pendiente, ya que todo se ha enfocado a aspectos bióticos y abióticos, y se ha dejado de lado estudiar el impacto del deterioro ambiental en la salud humana. Una investigación de este tipo debería ser desarrollada por equipos multidisciplinarios de profesionales de la salud, ingenieros ambientales, químicos, sociólogos y expertos en otras disciplinas, para realmente lograr un estudio de tipo integral que pueda ayudar a adaptarnos a los posibles escenarios relacionados con las variables de clima” concluye.