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“Quise ser científica para resolver a través de mi conocimiento el problema de alguien más”: Ana Cristina Fulladolsa, científica guatemalteca. Destacado

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La joven científica guatemalteca es actualmente la Directora de la Clínica de Diagnóstico de Plantas en la Universidad de Colorado, Estados Unidos. La joven científica guatemalteca es actualmente la Directora de la Clínica de Diagnóstico de Plantas en la Universidad de Colorado, Estados Unidos. Bárbara Argüello

“Todos podemos ser científicos”

Ana Cristina Fulladolsa Palma, es Ingeniera agrónoma egresada de la Universidad de San Carlos, doctora en fitopatología, con una sub especialización en mejoramiento de plantas por la Universidad de  Wisconsin Estados Unidos y un postdoctorado de la Universidad Estatal de Colorado. Reside hace 10 años en Estados Unidos; su capacidad y alto nivel académico la llevaron a desempeñarse como directora del Laboratorio de Diagnóstico de Plantas en esta última.

Su curiosidad fue nata: “Todos podemos ser científicos; la curiosidad está en la naturaleza del ser humano”, afirma.  Sin embargo, está convencida que el ambiente y la motivación en el que crecen los niños y niñas es determinante para permitir que esa curiosidad se mantenga a lo largo de la vida.

Creció con una madre y una abuela que motivaban y alentaban la constante indagación que desde niña hacía de su entorno: “Yo decía que quería sembrar una semilla para ver qué pasaba después, o preguntaba qué era ese colochito que se le formaba a una planta; hacía muchas preguntas, - hasta el día de hoy soy muy preguntona- pero en mi casa siempre motivaron esa curiosidad”.

Confiesa que cuando era una niña en el colegio, le aburrían la historia o la literatura, “No es que no me gustara leer… ¡Me encanta leer! Pero esos temas no me eran interesantes”.  Ciencias Naturales siempre fue la asignatura que más le atraía.

Los años en la Facultad de Agronomía y sus primeras investigaciones:  

Ingresó a una universidad privada para estudiar bioquímica y microbiología. Contrario a lo esperado, al cabo de un año no se sentía cómoda con la carrera; sin embargo, la genética le atraía poderosamente; se fijaba y sentía curiosidad por detalles que para el común de las personas serían irrelevantes, como por ejemplo, por qué razón unas flores de la misma especie eran rojas y otras blancas.

En ese momento la vida le planteó otra alternativa: “Cuando ví todo lo que ofrecía la carrera de Agronomía en la Usac, me enamoré; yo crecí sabiendo que la comida venía a la mesa porque alguien la había sembrado y cosechado y eso para mí era importante.” A pesar de ser una carrera etiquetada “para hombres”, (incluso ella misma confiesa haberlo pensado) sus papás la apoyaron mucho en esa etapa.  

“Una de las cosas que más me gustó en la Facultad de Agronomía fue que me permitía explorar.    Estando en una clase de biología molecular, le pregunté al profesor si había oportunidad de trabajar en algún proyecto de investigación y resultó que el profesor era parte de un equipo que estaba desarrollando un proyecto relacionado con mejoramiento del tomate; esa fue la primera investigación en la que participé, precisamente con la Dirección General de Investigación de la Universidad de San Carlos”.

Un día que resultó decisivo para ella fue cuando se encontraba realizando trabajo de campo en una finca: “Trabajábamos en parejas. Mi pareja en esa ocasión era el Dr. Amílcar Sánchez, investigador y docente de la Facultad de Agronomía;  estábamos en el  proceso de  calificar el tomate, por color, tamaño, textura,  cuando llegó al lugar una persona la cual,  se puso sumamente feliz y emocionada al ver nuestro trabajo en la cosecha de tomates, le pregunté al Dr. Sánchez quien era esa persona y por qué le alegraba tanto lo que estábamos haciendo; en ese momento me enteré que era el dueño de la finca y estaba gratamente sorprendido, ya que, hacía mucho tiempo que en ese lugar no lograban hacer crecer adecuadamente ninguna planta, debido a una bacteria.  Por esa razón el productor no había tenido más remedio que convertir su finca en un potrero.  El agricultor estaba tan emocionado y feliz que quería conocer todo acerca de la semilla que habíamos utilizado. Cuando vi la emoción de esa persona, entendí el valor de la investigación, pero de la investigación con propósito. Ese momento fue determinante para mí, y fue donde decidí que yo quería ser científica para poder resolver a través de mi conocimiento, el problema de alguien más”.

Estudios en el extranjero:

“Llegar a otro lugar siempre es un shock”, afirma Ana Cristina. La cultura universitaria de Estados Unidos es muy diferente a la guatemalteca, explica la investigadora, desde la manera en que interactúan los estudiantes, los hábitos de estudio, hasta la relación con los profesores.

Cuando llegó a Estados Unidos aprendió que ella podía hablar, en ese ambiente era bienvenido tener ideas, incluso las ideas más raras; entendió que el propósito de un doctorado es enseñarle al científico a pensar, hablar, tener ideas y desarrollarlas.

Aprendió también que el aspecto social y cultural en la investigación es muy importante: “La solución debe ser relevante; en las prácticas agrícolas de nada sirve proponer una solución que no sea accesible a los agricultores porque no la van a adoptar. Hay que pensar en la agricultura como parte de la sociedad”.

Una científica inspiradora:

En 2015, Ana Cristina fue nombrada en la lista de Inspiring Women in STEM (Science, Technology, Engineering, and Mathematics) Award, por la  INSIGHT Diversity Magazine.

Al respecto afirma: “Fue un honor. El día que me llegó la notificación del reconocimiento, recién había terminado mi doctorado y me sentí feliz, me alegró haber hecho algo de impacto dentro de la ciencia. Estar como guatemalteca entre esas 100 mujeres significó mucho”.

 Actualmente Ana Cristina, vive día a día su pasión por la ciencia: “Trabajo en este laboratorio de diagnóstico, evalúo muestras de plantas, suelo, agua que las personas me envían, y debo determinar si hay algún patógeno, deficiencia de nutrientes o factores ambientales que estén afectando a esas plantas; además hago investigación, superviso y capacito estudiantes, en otras palabras, les enseño a hacer ciencia”. 

Esta joven científica, con vocación de servicio tiene planes a futuro.  “Gracias a que hablo español, he pensado desarrollar materiales, cursos, talleres para trabajadores agrícolas, migrantes y personas de habla hispana, que puedan aplicarlos en sus cosechas o en sus lugares de trabajo. Hacemos la diferencia cuando compartimos con los demás nuestro conocimiento; y si unimos el conocimiento de dos o más personas, podemos encontrar mejores soluciones”

“En el contexto del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, quiero destacar la importancia de compartir la experiencia de vida de una mujer a otra; en ambientes profesionales las mujeres hablan menos, a veces porque es lo que está impuesto, sin embargo, el mundo necesita diversidad de perspectivas, de experiencias, de creatividad; todas tenemos algo que dar, algo que decir, porque cada punto de vista tiene valor. Esa debe ser la motivación de la mujer y las niñas alrededor del mundo…”

 

 Durante su entrevista en el programa de radio "Ciencia y Sociedad" de la DIGI, la Dra. Fulladolsa explicó que continúa colaborando con investigaciones que se desarrollan en Guatemala y sus planes a futuro está desarrollar materiales y talleres para trabajadores agrícolas, migrantes y personas de habla hispana en Estados Unidos, que puedan aplicarlos en sus cultivos o en sus lugares de trabajo.  (Fotografía: Bárbara Argüello.)

 

 

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